La vida y sus sorpresas

A cada día debiera bastarle su propio afán.

Eso dice el apostol Mateo en la Biblia.

Y en condiciones normales, lo ordinario y cotidiano así debiera ser, en un ir y venir de circunstancias perfectamente ordenadas conforme a un plan previamente establecido, salvo por algunas situaciones que puedan trastocar esa organización hecha.

Sin embargo la realidad es una serie de sucesiones que devienen, a veces, de diversas formas que uno ni se imagina, por más que se prevea y haga planeación para estar preparado, siendo cuidadoso de cada aspecto.

Esto es, la diosa Fortuna siempre entra a escena, para bien o para mal, más allá de los designios humanos, están -por decirlo así- los divinos o mejor, si se prefiere los imponderables que escapan a la voluntad personal de cada uno de nosotros.

No obsta esto para pensar que todo deba dejarse algarete y nada haya de prepararse, poruqe nada importe. Eso es un error, pero si considerar los aspectos que están por encima de nosotros y en ocasiones nos rebasan y sencillamente hay que resignarse de que así suceda, para no encerrarnos en un círculo del cual no podamos salir por quedarse «enclochado» en algo que ya no tenga sentido, lo que a su vez nos hace ya no continuar con nuestra vida que ha cambiado y tomado un diverso derrotero al que se tenía pensado ir.

No porque las cosas no salgan como lo esperamos, eso se convierta en frustración que nos impida continuar.

Este camino llamado vida es tan corto que no conviene permanecer estático, esperando que el acontecer sea hasta que nosotros decidamos; más vale subirse al barco y continuar la travesía hasta llegar a puerto o bien que nos toque bajarnos del mismo.

En fin.

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