Esa frase tantas veces empleada y escuchada, es para mi una realidad.
Ley de vida, situación natural, a todos nos pasa y por lo que pasamos, etc., etc., ¡qué se yo!
El hecho es que ha llegado esa hora, cada vez más cercana en que mis hijas se irán.
Nada malo; por el contrario, es algo esperado, porque como su madre y yo, que hicimos nuestras vidas, también ellas están, cual caballos de carreras en el arrancadero, o como autos de carreras, ya casi listas y cerca de hacer lo mismo.
No es nostalgia, ni melancolía.
Únicamente saber que ese momento ya casi está aquí y bueno -más allá de sentimientos tristes, por obvias razones- pues que estén preparadas para afrontar retos y ¡vivir! con todo lo que el destino les depare, deseando siempre que les vaya muy bien y, como sombra, estar ahí para apoyarlas, escucharlas, cuando lo requieran.
Reflexiono acerca de ideas varias al respecto, y pienso que las personas estamos hechas para poder dedicarnos (en condiciones normales) a lo que queramos y para lo que nos preparamos, a fin de desarrollarnos en lo que nos guste y vivir de ello (aunque no siempre sea así, por diversas situaciones), a diferencia de las cosas que son para lo que fueron hechas y punto, no hay más.
La sorprendente capacidad del ser humano para ser y hacer lo que se proponga, es algo maravilloso que nos lleva a rebasar todo tipo de límites y crear lo que no se imaginaba.
Nuestro ingenio y adecuada preparación, con disciplina y empeño, puede llevarnos -como diría Buzz Ligthyear- «al infinito y más allá»,
Eso es lo que he intentado inculcarle a ellas, desde chicas, no me queda más que esperar que «les haya caído el veinte» y que salgan adelante por ellas mismas y se sientan orgullosas de ello, con lo que arrecien su carácter y se templen.
Pero, el hecho es que ya ese tiempo practicamente llegó y habrá que verlas partir, mientras la vida continua en otra fase cercana a…
En fin,