Teniendo como marco un domingo en la tarde ya para anochecer, cuando la tenue luz palidece para anunciar la oscuridad de la noche y permita admirar el brillo de las estrellas, aparece una procesión de sentimientos diversos que son presagio de un sinfin de ideas que habrá que exteriorizar para que no se queden inanimadas y nunca cobren vida propia.

Los fantasmas de lo inexistente que quieren convertirse en realidad, claman por salir a ser aunque sea efímera su existencia, para saber y sentir en la brevedad de un instante lo que es la eternidad de estar en donde los humanos viven, a veces como meros entes sin trascendencia, pero aún desaprovechada la oportunidad, la viven.

Un suspiro son las ideas que se inhalan y exhalan sin mayor conciencia que ahí están; y, si se les da la oportunidad, pueden llegar a crecer y florecer conectadas a otras en un una estructura que creada puede llegar a convertirse en algo que valga la pena ser leído o no, pero al menos estar impresas, ya tienen esa posibilidad, no importa que sea menor, al fin, como todos los que somos, tuvimos primero que ser el espermatoziode más rápido para luego seguir hasta donde lleguemos.

Donde estemos y hacia vayamos, creados somos y podemos crear: el hacerlo es algo distintivo.

Cambiar la potencia en acto es lo que nos transforma.

La realidad pensada y vivida en el trascendental destino, está ahí, no aguardando a ser asida, sino como vehículo para andar, como banda continua que nunca se detiene y avanza con quien esté en ella.

Por cierto, llueve, y eso hace que fluya el pensar como cae el agua precipitándose hacia lo que sea sin cesar, hasta que de repente solo deje de llover; así, el pensamiento, las ideas, continuarán hasta que sencillamente dejen de ser, dejen de estar…

En fin.