Día del Señor, pero también de preparar El Caballero de los Domingos, esa mi cita con la tan anhelada y a la vez temida página en blanco, donde, como los japoneses, puedo imaginar y recrear diversas ideas, paisajes en palabras que dibujan mi sentir en expresiones diversas.
Está página, escape lúdico, acerca de todo y nada, es un momento que, aunque a veces lo sufro, lo gozo enormemente por escribirlo, por corregirlo, por leerlo, publicarlo y tambièn he de confesarlo, por saber que a «alguienes» les gusta, lo leen y hasta se toman la molestia de darle un «like», esto es, un «me gusta», lo cual además agradezco.
Este mi espacio, mi muro de rondar, caminar, correr, sentir, pensar, y en cierto modo vivir, me hace feliz.
Aquí es donde vierto parte de la existencia la cotidianidad y los sueños e imaginaciones que divagan a veces tan estrechamente cerca que hay ocsiones que no logro distinguir entre realidad y ficción, si es lo que vivo y los escribo o porque lo escribo esté sucediendo.
A final de cuentas, es lo mismo, ya lo decía Pedro Calderón de la Barca, al finalizar sus obras: termina la vida y comienza la ficción, porque el teatro como la literatura (en mi caso, la simple escritura) se vive, se siente, se goza, se padece, se mimetiza en uno y uno a su vez en ella y acaba transformando el entorno y a uno mismo.
Y ese poeta y dramaturgo del siglo de oro español estableció:
«¿Qué es la vida?
Un frenesí
¿Qué es la vida?
Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son».
Así que, como siempre lo he establecido, sin pretender nada más que ser un simple «escribidor», me divierto en mis caminos que yo mismo elaboro; disfruto mis viajes donde, sin moverme físicamente, ando de un lado a otro de mi mente, y me dirijo de septentríon a medio día y de levante al crepúsculo, dentro de los confines ilimitados de este universo de esta página sin nada y que de a pocos, lleno con esto que es mi ser.
Solo una frases, que externan mi personal sentirme bien.
En fin.