Pensándolo bien…

A veces deseo que a la vida, viniera acompañada con instrucciones, que nos la facilitaran.

Pero no es así.

Suceden diversas situaciones, que en ocasiones no se si voy o vengo; me paro o me siento o mejor me acuesto; hablo o me callo, estoy o desaparezco.

De repente, se «alinean los astros», pareciera que confabulándose para imbricar la ya de por si complicada existencia, especialmente en ciertos momentos álgidos, y pues bien, hacen que me haga nudos y permanezca estático.

¡Ah, si tan solo tuviera ese manual de instrucciones! Qué diferencia haría, el transitar por esta, a veces nada tranquila existencia. Me iría al índice correspondiente, buscaría ávido el capítulo correspondiente al agobio en turno para leerlo y ¡zas! de inmediato resolverlo.

Pero no es así.

Y entonces, a como Dios me da a entender, en cada caso en específico o la suma de varios al mismo tiempo, no queda más que entrarle a lo que venga, observarlo a veces a la velocidad de lo que va sucediendo en el propio instante -dirían los versados, en tiempo real-  y resolverlo de la mejor manera posible, con ingenio, experiencia, y en no pocas ocasiones, como diría uno de mis maestros, citandolo no tan literalmente: «con una mano en el corazón y la otra en los dídimos».

No hay opción, para eso es esto de vivir, y no hay más.

Pero, a veces, el desgaste es tal que prácticamente uno se desgarra en el duro batallar.

Ya lo señaló Enrique Santos Discépolo, en la letra que escribió del famoso tango Uno:

«Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias.

Sabe que la lucha es cruel y es mucha, pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina.

Uno va arrastrándose entre espinas, y en su afán de dar su amor, sufre y se destroza hasta entender que uno se ha quedao sin corazón.

Precio de castigo que uno entrega…»

De esa forma tan bella expresa mejor lo que trato de decir en estas líneas, aunque no en forma exclusiva para cuestiones amorosas, sino para tanto más en la vida diaria.

Por eso, insisto en mi deseo manifiesto, ojalá a la vida llegáramos con instrucciones…

Pero la verdad, pensándolo mejor, ni me gusta leer las instrucciones.

Es más interesante descubrir la forma de hacer funcionar algo y cuando se logra se convierte en todo un triunfo personal -lo sepa o no, alguien más- y es gozoso el obtener ese éxito menor como también frustrante no poder y entonces recurrir derrotado a esa hoja o manual de instrucciones para hacer lo que no se hizo de forma empírica, reuniendo saberes previos.

Así que, si hubiera llegado a esta vida con instrucciones para todo caso, seguramente ya lo hubiera extraviado o en caso de que no fuera así, lo tendría a buen recaudo almacenado en algún lugar para nunca abrirlo. Esa es la realidad de como soy.

Y así viviría, descubriendo las mil y una formas de ir componiendo lo que aconteciera o «desfaciendo entuertos», como lo hacemos todos, como es la propia realidad.

Así que, no queda más que a continuar, mientras haya la posibilidad de continuar en esto que es la vida, hasta en tanto la tenga.

En fin.

 

 

 

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