Pues bien, después de buscar las mil formas y maneras en que le daría la noticia a mi padre y cómo se lo diría, buscando el momento más adecuado (tuve poco tiempo, menos de 48 horas), me animé y que se lo suelto, creo que un sábado -ya no lo recuerdo-
Me oyó, y luego que terminara de decir lo que dije, esperaba no se bien que reacción, pero temía lo peor.
Me miró y me preguntó, con una serenidad que me dio más pánico aún: ¿Quieres seguir estudiando o vas a abandonar los estudios?
Más tardó en terminar el cuestionamiento que yo en responder de inmediato que sí era mi interés seguir estudiando y la misma carrera (derecho), sin lugar a dudas, que no era la carrera, sino el lugar, y admití que me había equivocado en mi decisión.
Percibí que eso distendió el aparatoso momento -por lo menos así lo pensé-
Luego, me hizo la segunda pregunta, sin perder la calma: ¿Dónde la quieres estudiar?
Sin chistar le dije: la Escuela Libre de Derecho, y le di mis razones: es muy barata la colegiatura y es la más prestigiada de México.
Cabe hacer una precisión para mi muy importante: en ese momento -1982- lo era.
De ahí salían los mejores abogados del país, era una institución fundada desde 1912 o algo así, por profesores que salieron después de una discusión, de la antigua Escuela de Jurisprudencia de la Universidad Nacional -en esa época no era todavía autónoma, lo cual fue hasta mediados de la década de los 20´s en que el tamaulipeco Emilio Portes Gil, Presidente de México, se la concedió, por cierto, al igual que lo hizo con la Escuela Libre de Derecho, de donde era egresado.
Esa situación ha ido cambiando con el tiempo.
Ahí los hechos que avalan la afirmación, además de, entre otras, las encuestas del periódico Reforma que cada mes de marzo saca la lista de las mejores escuelas para estudiar diferentes carreras en toda la República Mexicana.
Mi querida Alma Mater, la UP, en específico mi adorada Facultad de Derecho, lleva cinco años consecutivos en el primer lugar, desde 2010, por encima de la Libre de Derecho, la UNAM, el ITAM y otras Instituciones, y antes de esa fecha, tres años consecutivos estuvo en segundo lugar, lo cual obvio, me hace sentir orgullosísimo de ser ex-alumno y Profesor en mi siempre apreciada Facultad.
Así he sido alumno primero de la Licenciatura en Derecho -de donde salí con el mejor promedio de mi generación y me titulé con Mención Honorífica, otorgada por unanimidad por el sínodo- de la Especialidad en Fiscal; de la Maestría en Ciencias Jurídicas (donde también obtuve el grado con Mención Honorífica otorgada unánimemente por el sínodo en el examen correspondiente), y después de poco más de tres años de estudio, que finalicé con un promedio de 9.8, actualmente soy candidato a Doctor -Doctorando- en Derecho, elaborando mi tesis para obtener el grado.
A la par soy Profesor titular de tres materias en licenciatura, desde hace 18 años -antes fui tres años profesor adjunto de 1987, año en que terminé la carrera, a 1990-; de una materia en Especialidad y dos materias en módulos de dos Maestrías, desde hace un año.
Tanto amo a mi casa de estudios superiores, que no hallo la forma de quedarme dentro.
Sus aulas del Campus de Mixcoac, fueron las que me inspiraron a decidir estudiar ahí, a pesar de mi estúpido dislate que me hizo perder un año, para luego regresar a donde he hecho todos mis estudios de Derecho.
Pero me estoy adelantando y distrayendo de mi narrativa.
Mi padre al escuchar lo de la escuela donde quería estudiar, solo me preguntó que cuando iniciaban cursos -estábamos en febrero de 1982- le contesté que en agosto y que iría a pedir informes.
Ya no me dijo más.
Así concluyó nuestra, tan temida por mi, conversación.
Continuará…