Como lo he venido comentando, en casa de mis padres pasaron, pasamos de la pobreza, a perfilarnos con un futuro promisorio en diversas ocasiones, en que de una mediana riqueza, nos iba como en feria y así.
Hubo una caída y la consecuente desgracia económica, que se perfiló a partir de 1970 o 1971, para más adelante lograr una ligera mejoría y posteriormente un saneamiento económico, nunca como en las épocas de bonanza, tan frágil que desaparecería en aras de proteger a la otra hija que nunca despegó a pesar de tenerlo todo a favor, incluso dos carreras y tres idiomas, pero que por una especie de discapacidad que solo estaba en su mente, fue protegida hasta la ignominia de perderlo todo, por sostenerla, bajo una mal entendida convicción de sacrificio indebido e innecesario.
Pero me he adelantado un poco en mi narración.
Al casarse mis padres, con una mano atrás y otra adelante, se fueron en camión «de lujo» -de los de dos pisos, que en los 50´s eran lo máximo, solo superados por el avión, al cual no tenían acceso- a Acapulco, donde por cierto mi papá enfermó por comer camarones al segundo día de pleno idilio, lo cual frustró un poco a mi madre, lo cual no fue óbice para que se embarazara y tuvieran, siete meses después, una linda niña prematura.
Además de la criatura prematura, que estuvo un mes en incubadora porque un pulmón no se le despegaba, en el parto mi mamá adquirió tifoidea, con lo cual estuvo también semanas hospitalizada, mientras mi papá veía las de Caín para sufragar unos gastos que evidentemente no tenía previstos.
Es importante destacar que antes de casarse, el médico advirtió a mis padres que sería difícil que mi madre tuviera hijos, porque su condición física no estaba para eso, debido a desnutrición y la previa operación de peritonitis que ya platiqué. Con todo y eso, mis padres continuaron sus planes de casarse, sin importar esas condiciones y pronósticos médicos poco favorables, que se vieron desmentidos desde la luna de miel -por fortuna y a pesar de la disentería adquirida por mi padre-
Con una situación nada boyante, la primera cuna de mi hermana fue un guacal de jitomates (desconozco si fue regalo de mi abuelo materno -es broma-), porque no había muchos recursos económicos, para algo más.
Adicionalmente, la maledicencia de algunas personas que obvio, hicieron el cómputo de meses y las cifras nada más no cuadraban, aunque después de los acontecimientos como se suscitaron tuvieron que callarse la boca, al ver que no era mentira (dicen que varios matrimonios tienen casualmente a su primer hijo o hija, sietemesinos o incluso hay quien se avienta la puntada de hablar de niños que nacieron milagrosamente de seis meses, aunque con peso y talla, que deja evidencia y no da lugar a dudas que se le están restando a propósito algunos meses a la criatura respectiva), pero este no fue el caso de mis padres, y no defiendo su castidad y que si mi madre haya llegado o no virgen al matrimonio, mis padres siempre lo juraron (lo cual a estas alturas del partido, no es siquiera relevante), pero para ellos si importaba y mucho.
Pasaron los años, mi papá siguió trabajando duro, seguía como motociclista de tránsito y cuatro años, seis meses con 22 días después de nacer mi hermana, llegué a este mundo un 26 de diciembre de 1962.
A mi me tocó otra época.
Yo salí, en brazos de mi padre de un pequeño hospital en una igual de pequeña calle que se llama Mayas, en el número 5, en la colonia Obrera -paralela a Isabel la Católica, entre Lorenzo Boturini y Dr. J Navarro- y según me contaban me llevaron a la casa ubicada en Rafael Ángel de la Peña, también en la colonia Obrera, en un Buick azul, modelo 1946, propiedad de mi papá.
Las cosas empezaron a cambiar económicamente, pues a mi papá lo asignaron como uno de los cuatro peritos de la Oficina de Licencias del Departamento de Tránsito del Gobierno del Distrito Federal y de ahí comenzó su despegue económico.
Nos cambiamos de casa, primero a la colonia Agrícola Oriental -zona por demás nada agraciada y lejos de la capital- luego a Tlalteloco donde estrenamos departamento, en 1964, posteriormente a la Unidad Kennedy en la Jardín Balbuena, para finalmente ubicarnos en la clasemediera colonia Roma donde fueron las épocas de mayor bonanza de mi papá y de su debacle económica.
Continuará…