Cien

Vaya, no pensé, al iniciar este blog, que pudiera ser tan profuso y difuso.

Solo espero, por otra parte, no ser también confuso.

Conste que escribo profuso-prodigado superfluamente- no productivo, o creativo.

En realidad estos mis varios escritos, imágenes de mí, no intentan ser ni remotamente más allá de solo personales empeños afanosos, por especular cada día en la página en blanco y sacar los tantos yo, que traigo dentro.

Mis alforjas están, casi de continuo, rebosando de pensamientos, seres, ideas, sentimientos y pensamientos, las más de las veces imaginarios, con los cuales crear y recrear narrativas, cuentos, fantasías, figurativos y ocurrencias que surgen de experiencias diversas propias y/o platicadas por otros, las cuales solo plasmo.

Y como lo he sostenido, como un manifiesto personal, por el puro gusto de hacerlo y liberar todo ese caudal que me cargo para aligerar mi fardo emocional y mental.

No hay más.

Pero hoy llego a cien.

No es mucho, no es poco, todo es relativo, pero son cien escritos míos, lo cual, si bien no es representativo de algo relevante, si lo es de mi manera de llevar a cabo esta mi expresión y generar una forma de desarrollar algo que tal vez sin mayor significado está en mí y lo he querido externar.

Cien, es decir 100.

Me congratulo por haber hecho esto, por la idea de crear este sitio y escribir por el placer que me da hacerlo, acerca de todo y de nada, transcurriendo y discurriendo al igual como se pasa la vida, con variadas circunstancias, las más de las cuales son irrelevantes, a menos que nos marquen y dejen huella, buena o mala, pero que es parte del viaje, mientras estamos vivos.

Este caballero de los domingos -idea y título, basados en el libro de Irving Wallace- es una obra personalísima que me hace bien, me crea felicidad, aunque no en pocas veces, algo de angustia, desasosiego, dolor, preocupación, agobio, como cualquier relación, al igual, reitero, que la vida misma.

Y he constatado que en ocasiones, leer algo, por más insulso que parezca a simple vista, puede ser de utilidad, en un determinado momento para alguien, si además así resulta, sin ser la finalidad, hombre que bueno, porque significará que además puedo comunicar y eso también, lo reconozco, es sorprendentemente maravilloso, no por ser algo que yo haga, sino por comprobar el poder de las palabras. No en balde, cuando se habla de lo sublime que es la palabra en sí misma, hasta tal grado llega que una forma de mencionar a Jesucristo es como «Verbo Encarnado».

Más allá de las creencias o ausencia de las mismas, que cada quien tenga, es algo poético sublimar a tal grado el valor de la palabra, porque es una verdad inobjetable que las palabras alegran, hieren, entristecen, duelen, encontentan, cambian sentimientos e ideas y hasta matan.

Cien -100-

Espero continuar, así que no me queda opción, a darle a este mi afán hasta que ya no.

En fin, 100…

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