Es ya tarde y estoy aquí sin más, tan solo esperando y en verdad ni siquiera se qué, porque de lo único que estoy cierto, es que no vendrás.

Sin embargo, sigo aquí, en el mismo lugar, paciente, desde la hora prima al atardecer, integrándome al paisaje, mimetizado, quieto, para verte, pero no estás.

El acaso existe, pero sin ti no hace sentido, y solo es un juego de azar del cual no quiero participar porque la diosa fortuna, en tu ausencia, no me favorece más.

¿Qué hay con imaginarte frente a mi, si tu ausencia es lo único real?

Me atormenta el escalofrío de la desolación que tengo en el vacío de la nada que es estar sin ti, pero me aferro triste a ello porque, a fin de cuentas, es lo único que hay cuando no estás, y ¡oh, ironía! es lo que me hace tener la vana esperanza -lo sé- de un esperar lo que no será. pero es lo único que me hace sentir y conservarme cuerdo.

La razón de la sinrazón, es la esperanza en la desesperanza, que es la vida sin ti.

Y es un circulo vicioso: el amanecer llega, después de la larga noche en que el sufrimiento me envuelve febril y aunque luego sale el sol que crea un nuevo día, y da bríos renovados ¿qué sentido tiene, si la ilusión se desvanece al sentir tu ausencia después de esperar que llegues, a sabiendas que no pasará?

Te fuiste, no estás. Esa es la realidad.

Espero, en verdad, ni siquiera se qué, porque de lo único que estoy cierto, es que es viernes, y sé en definitiva que no vendrás.

Y de nuevo mañana sábado será igual, seguiré aquí, en el mismo lugar, paciente, desde la hora prima al atardecer, integrándome al paisaje, mimetizado, quieto, no me importa, me quedaré hora tras hora esperando para lo que no será.

Viernes, no vienes y se que no llegarás.