Sí sonríes, ergo, comunico.

Aunque en realidad no hay reformas fiscales, salvo cuestiones muy puntuales, para 2015, estuvimos, varios compañeros del despacho, en un evento organizado por una entidad de la federación, en la que entre otros se comentaron temas tributarios para este año.

En verdad estuvo interesante el evento, como siempre suelen ser este tipo de conferencias, con una gran convocatoria y audiencia.

Después de mi exposición, ya abajo del presidium y escuchando otras ponencias, cuyo contenido tenía todo para impactar la atención del público, sigo constatando que la mayoría de las personas, cuando están como expositores frente a una multitud -en este caso hubo más de 1,100 personas- tienden a acartonarse y a tomar poses solemnes para buscar una seriedad que en realidad -desde mi punto de vista- observo que no es necesaria.

Me trato de explicar.

Una conferencia, de cualquier tema requiere prepararse (para cubrir todas las posibilidades y también eventualidades que surjan de cuestionamientos que posteriormente en la correspondiente sesión de preguntas y respuestas se lleguen a hacer), elaborar material, manejar adecuadamente el tema, cuidar el tiempo de exposición, la dicción, ensayar y hasta manejar la vestimenta adecuada.

Todo eso es obvio y se da por descartado, como necesariamente elemental a cumplir, ni duda cabe.

El punto donde, en mi óptica, no hay demasiada atención, es en tratar de ser ameno en lo que se dice.

Estoy convencido que el dar temas técnicos, o dar una conferencia de tópicos «serios» no esta peleada con la amenidad.

No se trata de ser un payaso o buscar ser un comediante que saqué sus frustraciones por no tener escenario y se desborden emociones en la palestra o en un presidium para calamitosamente hacer un «teatrito» o «escenita» que no venga al caso y esté fuera de lugar.

Únicamente, se trata (con respeto a quienes nos escuchen, a quienes nos invitan a participar y al tema en si, además de lo obvio: el respeto a uno mismo), que el tiempo que nos dedican quienes por gusto, necesidad u obligación tienen que estar presentes, capten de la mejor manera posible el mensaje que intentamos transmitir, lo asimilen y les sea de utilidad.

Una de las formas más factibles para lograrlo, que he descubierto en lo personal, es a través de buscar, insisto, ser ameno.

Cuando logramos que la gente se sienta confortable tiene mejor actitud y apertura para escucharnos.

Logramos que enfoquen su atención hacia nuestras palabras, cuando están a gusto.

Una de las tantas formas de lograrlo es siendo empáticos; y la manera más simple que he detectado se puede lograr -que no es el único camino- es a través de obtener una sonrisa, sino es que quizá hasta una franca risa de quienes son nuestros oyentes, y entonces se traspasa la barrera de conferencista o ponente a la de platicador que es una manera más fácil de tener la atención de las personas.

Y eso a fin de cuentas es lo relevante pues, entonces, el mensaje llega.

Reitero, no se trata de buscar ser quien no se es en realidad, o distraer la atención; por el contrario, bajo la modalidad de que la gente pase un momento más o menos agradable, obtener nos hagan caso y lograr entablar la comunicación.

Si se consigue, el objetivo se cometió plenamente.

Y cada quien, según su forma de ser, pero sacando provecho de las aptitudes que cada uno tenga, para obtener lo que se busca: que se atienda a lo que decimos.

En caso contrario, tendremos a las personas, en cuerpo presente, pero su mente no estará con nosotros y se perderá lo que se pretende.

Exclusivamente un algo para reflexionar.

En fin…

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