Una historia de amor, que no fue…(6a. y última)

Finalmente se quedó silente, en medio de la nada.

Luego reaccionó, supongo que sacó fuerzas de esa nada, donde brevemente quedó inmerso, y dijo que ya traía algo de prisa -así me lo expresó- lo que me hizo sonreír (porque nos detuvimos un muy largo rato, él para desahogarse hablando y yo, mero espectador, para escuchar su monólogo).

Antes de irse, alcanzó a manifestarme algo que me llamó la atención.

Casi balbuceando, con un nudo en la garganta comentó que se quedó solo y, viéndome a los ojos, buscando comprensión -o quizá para verse reflejado como espejo- me confesó que estuvo llorando su impotencia y sinrazón, aunque también reconoció que de vez en cuando se le dibujaba una ligera sonrisa, melancólica agregaría yo -al ver su cara intentando hacer algo más parecido a una mueca- que le venía del recuerdo de lo que sucedió en tiempos idos y que en cenizas entre los recuerdos se le quedó.

La extrañaba, obvio.

Era evidente, le dolía.

La seguía amando, ni que decir.

No nos despedimos.

Nos dijimos simplemente adiós, con la convicción de ya no vernos jamás.

Así es como recuerdo que transcurrieron las cosas, en esta breve pero intensa y triste historia de amor.

Ahora sé, que cada quién anda por por su lado.

Caminan sus vidas separados, sin saber nada el uno del otro.

Él, haciendo memoria me dijo, y le creo, que la seguía teniendo en sus oraciones, rogando porque ella esté bien y consiga ser feliz.

Era obvio que cargaba un gran dolor, y que ese su deseo expresado de que ella encontrara a alguien que la hiciera estar bien, no era más que un anhelo reprimido de la esperanza fallida de poder estar con ella.

Ella, supongo, porque no sé (pero cuando la vi junto a él en aquél ayer en que eran pareja) la percibí práctica e independiente, seguro que continua su vida -y hace bien- esperando cada día salir adelante, dejando en el olvido lo que sucedió y ya; pero, me supongo que, de vez en cuando, por fugaces instantes, se le ha de escapar una furtiva lágrima, al recordar algo tan bonito que le sucedió, aún a pesar del final que tuvo.

O tal vez no…

Esa mi suposición, a lo mejor errada, la sustento en lo que ambos me platicaron, lo que juntos dijeron que les aconteció, y por lo felices que se percibían al verlos en su relación.

Mirada de un simple espectador, que tuvo la oportunidad, no sé porque, de que le platicaran su historia, hábidos de gritarla al mundo, aunque preferían ser discretos, para evitar las maledicencias y burlas de quien jamás iba a entender y aceptar su circunstancia y su amor.

No quiero hacer un epílogo de lo que acabo de narrar; únicamente, agregar lo que me viene a la mente después de escribir lo que recuerdo.

A veces, creo, no es el objetivo buscado lo importante, sino el camino andado en pos de lograrlo, aunque nunca se obtenga.

Hay quien comenta que son preferibles los lamentos lastimeros de un «fue», a la sórdida tranquilidad y calma de un «nunca sucedió», para solo estar en paz.

También eso es la vida, de eso se trata, y hay que vivirla, aunque duela.

Decidí escribir esta historia, lo repito, para que no quede en el olvido, quizá igual de vana sea esa ilusión, pero creo que si alguien la lee, habrá servido de algo.

Y tal vez, solo tal vez…

Y, de no ser así (por no ser un cuento en que el escritor pueda poner un final a modo), pues de menos es una historia interesante que, al contarla, sea un modesto homenaje a esos anónimos héroes de amor en la tagedia que les sucedió.

Dios dirá.

¡Ah, el amor! cosa tan rara…

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