Viene a colación el golf

Último lunes del año.

La vida son ciclos, pero definitivamente, no son iguales unos a otros. por más que se repitan una y otra vez, y en ocasiones nos lo parezcan; pero el tiempo siempre se encarga de aclarar y despejar dudas y las que no, es por un problema de nosotros, no del tiempo.

Las temporadas, las estaciones, las diversas celebraciones, obvio incluyendo las religiosas, además de su significado implícito y relevante para los creyentes en cada religión, también sirven como rutina (no uso la palabra en sentido peyorativo, sino en el sentido literal de la palabra, es decir, costumbre inveterada, hábito adquirido y secuencia invariable de instrucciones que forma parte de un programa y se puede utilizar repetidamente), para dar sentido a la vida misma y hasta para formar carácter a la par que dominar el temperamento.

Me viene a la mente el golf. Puede jugarse una y otra vez el mismo campo, que, lo evidente, no cambia, siempre es la misma tierra, con los mismos obstáculos y trampas, a veces más seco o el «rough» más crecido, las mismas yardas, lo único que varía realmente es el clima.

Entonces ¿Qué lo hace diferente?

¿Por qué no aburre siempre jugar en el mismo campo -aunque sea padre jugar en otro de vez en cuando- que, incluso, puede hasta «recorrerse con los ojos cerrados» de tan bien que ya lo conozcamos?

Creo que la explicación es sencilla: los que siempre estamos cambiando y somos variantes en muchos aspectos, somos quienes lo jugamos.

Y depende, que se yo, de nuestros estados de ánimo, condiciones de vida, si estamos cansados o con mayor energía, con o sin ánimo, y una serie de etcéteras prácticamente infinitos, lo que hace que cada salida, cada día, cada hoyo sean diferentes de un día para otro, de una semana a otra, de un mes a otro y así se pueden transcurrir los años.

Ahí está la situación -o el detalle, parafraseando al gran Cantinflas- somos nosotros, como personas, quienes damos sentido y significado a nuestro partido de golf, a nuestra actuación -en el trabajo, con la familia, con los amigos, etc.- y lo más importante de todo, a la vida misma, mientras nos toca vivirla, el tiempo que esto sea.

Y bueno, como en todo, para jugar cada vez un poco menos peor, la única forma es practicar y practicar, salir una y otra vez al campo, no dejarlo y así quizá -solo quizá- mejorar un poco, al igual que en la vida, de ahí que la rutina, como los ciclos, dan sentido a nuestra vida y nos dan tranquilidad…aunque esto no siempre sea cierto en el golf, donde la gente, como en todo, a veces parece que lo padece más, cual suplicio, que disfrutarlo.

Como me lo dijo «Mene», un sabio recoge bolas del driving range, de San Gil: «Nooooo, esto es para disfrutarlo, no para enojarse, ni desesperarse. Ya tienen mucho ustedes en la oficina y sus trabajos donde sufren y padecen, como para venir aquí a mortificarse. Hay que disfrutar todos los tiros: los buenos, los malos, los peores, que de eso se trata, sino, no tiene chiste…»

Tanto que renegaba y decía del golf, ahora entiendo porque tantas personas lo juegan, lo sufren y lo disfrutan.

Soy de los que lo disfruto -aunque confieso que en ocasiones me frustro por lo malo que soy, pero es cuando recuerdo las palabras de «Mene»- sino, mejor lo abandonaría o como diría el buen Cantinflas, ante situaciones que lo comprometían y para safarse de la circunstancia relativa: «depende joven»…

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