A veces se me corta la inspiración de tajo y de repente me quedo en la nada, impasible, inamovible.

Una vez, una mujer joven me dijo que no era romántica, que procuraba ser práctica y objetiva.

Me hizo reflexionar.

Confieso que yo si lo soy, de hecho, por eso estoy como estoy.

No me arrepiento, así soy; pero no es conformismo determinista, con un sino inamovible.

Es sencillamente que no se ser de otra forma y por ello me ilusiono, las más de las veces tontamente, con cosas simples, aunque siempre anhelo otras más y me gusta la buena vida y tener dinero, y el estatus; sin embargo, en el fondo, no me atrevo a confesarme a mí mismo, con que sería feliz.

Sería feliz con algo simple. Una buena cama, una mujer tierna y pasional, inteligente y poder hacer lo que me gusta y me plazca.

Pero…¿Qué me gusta?

El ocio, que no necesariamente es origen de vicios, si se tiene un objetivo y tiempo para irle dando forma.

Andar de vago, de aquí para allá.

A veces estudiar, otras retozar.

Leer, ir al cine, ver teatro.

Viajar más.

Conocer más mujeres.  No para enamorarlas, aunque no me molestaría intimar en todo lo posible con ellas, pero más importantemente, escucharlas atentamente cuando hablan de sus cosas, no de chismes o de otros, sino cuando expresan su ser como personas.

El hacer absolutamente nada.

Dar más clases, como las que ahora doy, con toda devoción y como medio de expresarme y saber que puedo obtener la atención de las y los jóvenes, transmitirles algo de conocimientos y experiencias; pero, sobre todo, aprender de ellas y ellos, así sin que lo perciban y sepan que me transmiten su juventud y anhelos, para no hacerme envejecer el corazón, quizá en sustitución de lo que no he podido hacer de lleno con mis hijas, porque no he sabido hacerlo…

En fin, que me acuerdo del Garrik, de la poesía Reír llorando, de Juan de Dios Peza y entonces regreso a donde todo comienza.