Sin saberlo, te esperaba y me llegaste tan a destiempo, tanto, que naciste a larga distancia de mí, en fecha y circunstancia.
Ni el momento, ni la situación eran idóneas para empezar algo.
¿Cómo compensarte de todo lo que has hecho por y en mí?
No hay forma, y sin embargo, te daño.
Nos creamos el uno al otro, y nos hemos hecho a semejanza mutua. Nos llevamos en el alma, así como en el anverso y reverso de la piel.
Eres el camino que transito libremente, como soy tu vereda, por donde tranquila transcurres sin inquietudes con la calma que requieres para estar bien.
Tus virtudes pesan mucho más que tus defectos y un buen momento contigo, lo vale todo.
Nada me está bien si hay tu ausencia.
El vacío duele y es un lastre que invisible se carga y me absorbe, donde me precipito sin esperanza.
Me dueles tanto que no siento nada más.
La amatoria de mi vida, con toda mi torpeza finaliza en ti; paradójicamente, es donde comienza el amor de entrega permanente.
No hay margen para otra que no seas tú.
Me echaste a perder para cualquier otra que no seas tú.
Mi libido ahora eres totalmente tú, principio y fin.
No hay nadie más, ni la pretendo.
Así, sin saberlo, solo me enamoré de ti, sin esperarlo…