Afortunadamente, cada vez ya falta menos para volver a verlas por fin aquí, gracias a Dios.
No necesito tu ausencia para ponerme a escribir, bien lo sabes.
Lo hago, aunque ahora menos, inspirado aún en tu presencia; por tanto, ya no tardes, por favor.
No deseo la melancolía que no me permita salir a salvo,
y ver que la existencia,
es un continuo derrotero,
donde hay de todo:
vida y muerte,
amor y desconsuelo,
alegría y dolor,
risa y llanto,
lucha y tregua…
y no puedo perderme nada de todo eso.
—
No podía dormir, pues se me agolpó el recuerdo.
Gracias, compañera de anhelos,
aunque estés allá desde tan lejos,
por oír mis penas y desvelos,
aunque ello sucederá desfasado en el tiempo,
cuando leas estas líneas,
que serán ya pasado superado,
precisamente cuando se de ese momento,
veras y serán constancia de este instante,
como lo ha sido todos y cada uno
de los que han originado las palabras que se contienen
a lo largo de este documento,
cuya destinataria,
eres tu mi amada.
Te amo.
—–
¡Ay, mi vida, cuánto te quiero!
¡Te amo!
¡Te anhelo!
¡Te extraño!
Te extraño, por Dios.
Me haces mucha falta y tanto tiempo, palabra que no es bueno y todavía faltan tantos días y ya no lo tolero…
Estoy francamente desesperado y ya no se de mí…
—–
Disculpa.
Tuve que dejar de escribir, calmarme, tranquilizar el desasosiego del sentimiento, pues ya estaba muy loco y perdido.
—–
Estaba “enclochado”, pero ya hallé la respuesta;
El único problema que no tiene solución en esta vida es la muerte, pero ésta, es la solución a todos los problemas.
Lo que quiero decirte, es que mi papá ya está muerto, ya no tiene problemas y yo, que tengo vida, tengo esperanza, como él siempre me enseñó; por tanto, mi linda niña, a seguir arando, que mientras estemos vivos hemos de seguir adelante y que cuando estemos fatigados o apesadumbrados, nos demos una tregua, pero nunca claudiquemos.
Va por mí, en memoria de mi padre, para honrarlo y que se sienta orgulloso de saber que todo lo que hizo y el ejemplo que me dio, no fue en vano.
—–
¿Sabes mi vida?
Me doy cuenta que uno conoce a muchas mujeres, incluso algunas francamente demasiado atractivas, que impresionan por su físico y belleza, pero realmente encontrar una que además de todo lo físico, valga la pena, para hacerla parte de mi vida, es sólo con esa con la que quiero andar, aunque se atraviesen otras, pues saber que es mi compañera, que a la par de ser hermosa, la amo y me ama, es más que suficiente para no buscar perderla, por una simple aventura.
Y ¿sabes?
Lo mejor de todo eso, es que eres precisamente tú, esa exquisita y hermosa mujer para mí.
Te amo, bendita niña.
Gracias a Dios, y a tus padres por crearte.
Gracias al destino, por permitirnos conocernos.
Gracias a ti, mi linda reina, por ser precisamente tú, mi mujer, con la que quiero compartir mi vida e integrar nuestros momentos, en una sola sintonía.
Por Dios, que estoy agradecido con Él, con tus padres, con el destino, con la vida misma, pero más que nada y sobre todo, agradecido contigo mi linda muchachita, por todo lo que eres para mí y todo lo que me das.
—–
Chiquita mía, ya me voy al cementerio a reconciliar mi pena, con mi hermosa realidad, para ir a ofrendar una oración, que eso es lo que hago al hablar con mi padre y por supuesto también con mi madre, ahora que ambos descansan en paz.
Te adoro, mi exquisita y sublime.
—–
Quizás sea que en pos de tu presencia en mi anhelo, he tenido que sentirte para recordarte.
Y tal vez, el hacerme a la idea de sentirte, no sea más que una mentira que tengo que inventarme y contarme repetitivamente para no sufrir en la realidad, tu tan sentida ausencia.
—–
¿Qué será verdad?
El suspiro en tu lejanía o lo cercana que estás en mi sentimiento.
No lo sé.
De todas formas, no estás aquí.
—–
En el dolor, en el amor, se vuelca uno sobre sí mismo y únicamente vive lo que padece y se le hace que es lo que hay, sin tomar en cuenta al ser amado, objeto de ese pesar.
Paradoja de amor que hace sufrir lo indecible y a la vez gozar el sentimiento, prefiriendo padecer y hacerse mil mortificaciones, a vivir una realidad vacía y en desamor.
—–
Sólo te pido vida mía, con el alma abierta y en la mano, que en verdad disculpes mi fragilidad de carácter, mi debilidad de espíritu.
No hay pero que valga, pero es que te amo, y en nombre de este sentimiento, te ofrezco el más cabal de mis esfuerzos, para hacerme digno de ti.
—–
¡Ay mamita, cuánto te amo, mi cielo!
He reflexionado en todo lo que me provocas y, no sé, pero estoy enamorado de ti.
En realidad no lo concibo de manera diferente a como lo hemos ido forjando y logrando, algo que contra todos los pronósticos en contra, empezando por ti misma. Pero bueno que ahí va, poco a poco, ya ahora con años de por medio, como lo que vale la pena, y que continúa cocinándose a fuego lento.
En tal circunstancia voy, vamos, elaborando nuestro propio camino, andando paso a paso, con errores y malos entendidos, pero continuando, que es lo importante, no distrayéndonos en esos incidentes que, aunque los ocasione, a veces, mi actuación por demás errática (aunque sabes, de buena fe y otras sencillamente porque la riego), pues bueno que hay va lo nuestro y con la mejor de las expectativas adelante.
Continuará…